Intercambio completo

La primera vez que hice un intercambio completo

Ver por primera vez a tu pareja follar con otra mujer ante tus ojos no es precisamente fácil, aunque seamos swingers. Porque una cosa es hablar de ello y otra experimentarlo en tu propia piel.

Te hablo de la vez que me arrepentí amargamente de haber empujado a mi novio entre las piernas de otra mujer. Lección aprendida: haz realidad todas tus fantasías, pero hazlo cuando estés realmente preparada. Desde aquella lejana noche en Ibiza, mi prometido y yo hemos crecido mucho como pareja. Hoy sonrío al recordar la rabia que sentí entonces.

El club

Ibiza es fantástica, no podíamos perdernos al menos una noche en un club de intercambio de parejas. Las expectativas no eran altas porque cuando uno se va al extranjero siempre es una incógnita. En cambio nos sorprendió gratamente: un local bastante grande, en la planta baja estaba la pista de baile con una jaula elevada sobre un cubo, la barra con un mostrador largo y taburetes. En el primer piso estaban las habitaciones, cuyo mobiliario sinceramente no recuerdo muy bien, quizá porque estaba muy oscuro. Recuerdo que la habitación donde nos recluimos tenía una cama redonda grande y un baño pequeño, más no sé.

Prey

¿Por qué los clubes siempre beben como la mierda? Recuerdo que estaba bebiendo un vino espumoso obsceno y la vi a ella, la rubia del mostrador. Matrimonio educado y con clase, muy bien vestido, a años luz de la vulgaridad hortera que suele llenar este tipo de locales. Por eso (abriendo y cerrando paréntesis) nos alejamos cada vez más de los clubes y fundamos Libertine Queen.

Él de unos 45, ella de 35, del norte de Europa. Rubia natural corte de pelo corto, grandes ojos azules, dientes muy blancos, delgada y menuda como me gusta. Lo curioso es que al principio estaba “normal” tranquila, luego en un momento dado empezó a bailar y a desnudarse en medio de la pista de baile, sola. Los tres éramos espectadores. Me habría gustado acompañarla, pero no lo hice.

A menudo he dudado en el pasado, y sigo haciéndolo. No soy ese tipo de chica que va directa a por el objetivo, más bien lo rodeo y espero. Espero no sé qué y casi siempre me joden, porque claro, en este mundo no te esperas la invitación escrita de “¿quieres follarme?”. No hay parte de cortejo (o al menos no como lo entiende el común de los mortales) sobre todo cuando estás en un club. Aquí se aplica la regla del “orden de llegada”.

Recuerdo bien el enfado al verla bailar con otra chica que se unió a la actuación con razón, sin esperar invitación escrita (como hice yo). Entraron en la jaula y empezaron a bailar de forma muy sensual con los pechos al aire, la otra chica era de Madrid y tenía unas tetas enormes y falsas. Mientras ellas surcaban las notas de Beyoncé Drunk in Love (una canción de extrema sensualidad que recomiendo para momentos calientes) yo me quedé mirándolas cabreado, envidioso e inmóvil. Estaba bebiendo mi vino espumoso barato y royendo pero al mismo tiempo estaba hipnotizado por aquella escena, puro erotismo. Se preguntarán por qué no me uní a ellos, pero no puedo darles una respuesta real, sólo sé que no podía mover un músculo ni apartar la vista de aquellos cuerpos.

 

La zambullida

Entonces terminó el baile, la tetona se fue por donde había venido y los cuatro nos metimos en una habitación. Casi me asombraba que al final fuéramos mi prometido y yo quienes les siguiéramos a la habitación privada, mi prometido decía “¿Estás loca? ¿Te has mirado en el espejo?”.

Me gustaba mucho esa mujer y me gustaba la transformación que había presenciado: de una personita tranquila a una zorra salvaje. Al principio jugábamos a ser chicas y todo iba genial, besos lenguas, caricias… entonces no sé qué coño se me pasó por la cabeza y a su pregunta “¿Podemos intercambiarnos?” le respondí “¡Sí!”.

Por supuesto, nunca, ni una sola vez, mi prometido me ha presionado para que haga el cambio completo. Nunca sentimos la necesidad, aunque siempre nos decíamos ‘no descartemos nada’. Que es realmente nuestro lema: nunca embargamos nada. Lo que ocurrirá sólo se verá al final de la velada. La verdad es que estaba deseando sentir esa emoción. Tenía curiosidad por ver a mi prometido con otra persona. Aunque probablemente aún no estaba preparado para ello. O quizás uno nunca está realmente preparado, y con razón. Es como saltar desde un acantilado de seis metros, nunca es el momento adecuado para hacerlo, nunca estás realmente preparado. Simplemente aprovechas el momento en que el miedo se aparta para dejar paso al valor. Así que saltas al vacío y cuando te zambulles en el agua recibes una pequeña descarga (nunca me fío de nadie que diga ‘salta que hace calor’). Entonces subes a la superficie, todo desaparece en un instante y te sientes sorprendentemente bien. Tan bueno que te mueres de ganas de repetirlo enseguida. La química ha hecho su trabajo, la adrenalina fluye y tiene la sartén por el mango.

Mi reacción

La experiencia no me entusiasmó en absoluto, pero no sólo eso… me asustó de verdad. Quería que aquel tormento terminara de inmediato, romper de inmediato. La idea de que mi novio pudiera disfrutar de un cuerpo que no es el mío o de que un desconocido pudiera disfrutar de un pene que me pertenece me enfurecía. No, no es eso, me dije. Cuando terminó el partido, me moría de ganas de volver a casa. En ese momento nos dimos cuenta de que el local se había vaciado y estaba cerrando, creo que eran las 5 de la mañana.

De vuelta a casa hice mis planes y hablamos de lo que había pasado, de lo que yo había querido que pasara. Nadie más que yo tenía la culpa. Que “culpa” es precisamente el término equivocado en este contexto. Juré que no volvería a ocurrir. Cuatro meses después volvió a ocurrir, ¡jaja!

Como decía al principio, nuestro acercamiento al mundo libertino ha evolucionado mucho a lo largo de los años y ha cambiado para mejor. Ahora hemos refinado nuestros gustos y elecciones, desde el lugar donde divertirnos hasta la gente de la que nos rodeamos.

¿Los volvimos a ver?

Si aquella noche me hubieran dicho que volvería a ver a esta pareja, nunca lo habría creído. Y voy a hacerlo, gracias a mi prometido, que es muy bueno en estas cosas y siempre guarda todos los contactos. Justo el año pasado, muchos años después, tuvimos la oportunidad de invitarles a una de nuestras fiestas aquí en Italia y ellos, muy amables, vinieron.

La encontré algo más gorda, pero aún en plena forma. Sin embargo, por desgracia, todo el encanto que me había hechizado en aquel momento había desaparecido. A mis ojos sólo había una mujer rubia, ingeniosa y educada.

Sin embargo, verlo de nuevo me dio placer y pensé en Ibiza con una sonrisa (es demasiado fácil, Ibiza es el hogar del buen humor).

En febrero de este año, en cambio, nos invitaron a nosotros. Con motivo de San Valentín hicieron una pequeña fiesta en casa, fue un fin de semana precioso. Buena comida, buena compañía, fantástica hospitalidad y una casa maravillosa.

Me alegro de que haya quedado algún tipo de amistad entre nosotros cuatro. Al fin y al cabo, marcaron un punto de inflexión en nuestra pareja.

 

Ahora me dirijo a usted: háblenos de su “primera vez”. ¿Fue fácil? ¿Qué has probado? ¿Cómo ha ocurrido?

Mia

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